Un libro abierto no tiene secretos para nadie.
Esa es la idea con la que se ha trabajado para lograr un edificio interconectado, en el que todos sus usuarios sean copartícipes de las distintas actividades que se puedan llevar a cabo en él.
Se ha buscado que apetezca formar parte de lo que aquí sucede, que el atractivo del edificio muestre sus encantos y usos al público de tal manera que éste anhele entrar, participar y socializar. Que una simple mirada, desde el exterior o desde el interior, provoque el deseo, la ilusión de formar parte de un proyecto común.
Que una actividad concreta sea visible para el resto de usuarios y para la sociedad es algo esencial de cara a generar una intención de contribuir con ella, de dignificarla y ponerla en valor, e incluso, por qué no, de hacer piña con tu pueblo.
Así es como se ha gestado el proyecto que nos ocupa, como un libro abierto a Lalín, tanto en el interior de sí mismo, como hacia el exterior y al entorno urbano.
Compositivamente, nos encontramos ante un conjunto de elementos con distintos usos, funciones y características espaciales, que se han unificado mediante el empleo de una misma piel de vidrio y metal. Esta vestimenta le confiere un diseño particular dentro de la trama urbana, al tiempo que cose el volumen, aunándolo para enmarcarlo en los edificios circundantes. La celosía que lo envuelve permite dotar al edificio de cierta intimidad donde lo necesita, haciéndose más tupida, o dejando más espacio entre sí para, desde la calle, entrever lo que allí sucede; sin mostrarse explícito, sino tan solo sugerente.
La edificación se ha proyectado buscando las mejores cualidades espaciales para cada uno de los ambientes, ha llevado a crear un conjunto heterogéneo de áreas funcionales, que, lejos de manifestarse como un puzle al exterior, se han integrado en el diseño de una edificación fácilmente reconocible, buscando aunar la complejidad de los usos con la sencillez de la apariencia, bajo un velo común. La fachada se despoja así de su condición de límite, actuando más bien como un manto de serenidad. Confiere así una doble escala a la edificación; la humana, tras la fachada, marcada por las plantas con sus alturas variables y sus recovecos, y la monumental, expresada por la propia fachada, correspondiente a la presencia necesaria para un edificio de estas características.
El edificio pretende actuar como un crisol en el que se fundan las actividades, configurando nuevas relaciones sociales a través de la mezcla e interconexión de los usos, no sólo los propuestos por el programa de necesidades, sino proponiendo y posibilitando muchos otros.
De esta manera, se ha buscado que las distintas áreas estén relacionadas, sin prescindir de que puedan funcionar como unidades independientes, generando espacios polivalentes e interconectables de tal manera que multipliquen sus posibilidades de uso.
Está previsto que en la edificación confluyan actividades sociales y económicas; el proyecto pretende potenciar las interacciones humanas entre estos dos mundos, logrando así una simbiosis entre ocio y trabajo en la que ambos se enriquecerán.
El proyecto de este edificio multiusos destaca por su versatilidad, su carácter diáfano, y por la relación entre sus distintos niveles. La organización espacial de la edificación es pulcra y clara, a pesar de la complejidad de los usos.